No hay felicidad sino con conocimiento. Pero el conocimiento de la felicidad es infeliz; porque saberse feliz es conocerse pasando por la felicidad, y teniendo, en seguida, que dejarla atrás. Saber es matar, en la felicidad como en todo. No saber, sin embargo, es no existir.
¿Qué hacer? Aislar el momento como una cosa y ser feliz ahora, en el momento en que se siente la felicidad, sin pensar más que en lo que se siente, excluyendo lo demás, excluyéndolo todo. Enjaular al pensamiento en la sensación, la clara sonrisa maternal de la tierra plena, el esplendor cerrado de las tinieblas altas.
Es ésta mi creencia, esta tarde. Mañana por la mañana no será ésta, porque mañana por la mañana seré ya otro. ¿Qué creyente seré mañana? No lo sé, porque sería preciso estar allí para saberlo.
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